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La salud mental y emocional del deportista adolescente

La salud mental y emocional del deportista adolescente


La adolescencia representa una etapa de cambio: cambio en la forma física, en la forma de ver el mundo, en la forma de pensar y de enfrentarse a él… en esta etapa se enfrenta a uno de los mayores desafíos de su vida: definir su identidad y responder a la pregunta ¿quién soy?.

Así, comienza a observarse con excesiva atención, tomando mayor conciencia de sí mism@ y llegando a parecer – en muchas ocasiones -, egocéntric@ y ensimismad@, por ello, una de las áreas que entra en este proceso de auto-observación es la Autoestima.

La autoestima es la evaluación que como individuos hacemos de nuestro “propio valor” tomando en cuenta factores privados (valores, metas, ideas, emociones…) e interpersonales (atractivo, reputación, logros, popularidad…).

Como padres y madres, a menudo nos gustaría poder mirar en el interior de nuestr@ hij@ para comprender cuál es su estado anímico.

CONTRA LAS PROPIAS LIMITACIONES FÍSICAS

El “rendimiento deportivo” de cada niñ@, adolescente, y/o adult@ que encamina su rutina diaria de entrenamiento y su capacidad física para rendir de forma óptima en cada competición, requiere disponer de una buena capacidad física y contar con una buena rutina de entrenamiento y técnicas adecuadas.

Éstos son de vital importancia para destacar en el deporte, pero,

¿Cuántos deportistas conocemos con grandísimas cualidades, que no llegan a conseguir grandes resultados?

Para el/la adolescente deportista, la autoestima puede sufrir un duro golpe como resultado de los cambios naturales de la pubertad y los efectos que éstos pueden tener sobre su rendimiento deportivo

Por ejemplo, los estirones cambian las proporciones del cuerpo provocando que el rendimiento deportivo se vea afectado y el/la deportista parezca un poco “torpe”, con respecto a su desempeño mostrado en la niñez.

Otro factor importante son las diferencias que entre ellos observan con respecto al ritmo de desarrollo de su cuerpo y forma física: quienes maduran precozmente, muestran una mayor masa muscular, fuerza y velocidad que el resto de sus compañer@s.

De esta forma, estos cambios a nivel físico y mental pueden ir cambiando la forma en que el/la adolescente se percibe a sí mism@, así como lo valios@ e importante que se considera con respecto al grupo

Los adultos a su alrededor debemos estar atentos a posibles cambios en su autoestima para prevenir afectaciones en su calidad de vida, e incluso la depresión.

Cómo detectar si nuestr@ hij@ deportista presenta un deterioro de su autoestima.

Existen algunos comportamientos y actitudes que podemos observar tanto en nuestro hogar, como en el centro de estudios o en la actividad deportiva:

Mi hij@ posee una sensibilidad muy elevada. «No se le puede decir nada», me comentaba un padre refiriéndose a su hijo. El/la adolescente con baja autoestima posee emociones intensas, ya que parece sentirse insultad@ y lastimad@ con mucha facilidad, por lo que las llamadas de atención del entrenador son tomadas como algo muy personal y tomadas de forma muy invasiva.

Se mantiene muy distante y le resulta muy difícil expresar cariño. No sabe expresar sus afectos a nivel social y le cuesta tener acercamientos hacia otras personas o hacer amigos en el equipo. Es posible que l@ veamos alejad@ del grupo durante el descanso, le cueste tomar la iniciativa o tenga pocos amig@s.

En muchas ocasiones parece más afectuos@ y cuidados@ de sus cosas. Generalmente suele cuidar más de su móvil o tablet, así como de su mascota, que interés por compartir momentos con otras personas.

No sabe manejar la frustración y los fallos l@ golpean duramente. Esto ocurre porque durante la adolescencia está definiendo quién es y cada fracaso le hace sentir que él/ella es en sí “el problema”. De esta manera, en la competición es posible que le veamos tardar en recuperarse tras un evento deportivo en el cual le fue mal o inclusive le escuchemos decir: “ya no quiero continuar”.

Le cuesta asumir la responsabilidad de sus fallos. Las condiciones atmosféricas, la mala fe de los jueces, la falta de apoyo del equipo… siente cualquier condicionante ajeno como culpable de sus fallos. Así, el/la adolescente deportista con baja autoestima, no asume su responsabilidad como un intento por proteger su auto – imagen.

No acepta críticas. Éstas sólo facilitan que se sienta aún peor. Es importante que los padres/madres y entrenadores seamos cuidadosos al presentar nuestra retroalimentación de manera constructiva, así como elogiar con frecuencia aquello que hace bien. La conocida “palmadita en la espalda” resulta muy útil para dar una retroalimentación efectiva.

Evita tomar riesgos y retos. Esto ocurre principalmente porque no se cree capaz de lograr metas. A menudo los padres me comentan que tienen la sensación de que su hij@ muestra cierta “mediocridad”. Lo que en realidad ocurre es que est@ deportista adolescente tiene un profundo temor de dar todo de sí y aún así fallar, por lo que suele competir tan sólo “a la defensiva”. Así, mientras más difícil sea el reto, menos interés mostrará.

Detectar estos indicadores a tiempo, nos ayudará a proporcionar al/la deportista adolescente la orientación más conveniente.

Cómo detectar si nuestr@ hij@ deportista presenta un deterioro de su autoestima.

Cuando el/la joven deportista entrena, lo hace en un entorno de seguridad, de cierto confort: conoce el espacio, a las personas que le rodean, cuenta con una persona que le indica qué hacer en cada momento – y lo más importante -, si falla, “no pasa nada”.


Pero en la competición ocurre todo lo contrario: lo vive de forma en la que todo tiene que salir perfecto, en la que no puede cometer errores y en la que cualquier resultado inesperado, supondrá lo peor.

La presión psicológica se da precisamente cuando otorga este valor desmedido a la competición, creando una alta expectativa

Cuando considera que la misma es “lo más importante” de su experiencia deportiva, “que se lo juega todo” en la prueba, y que dependiendo de lo que sea capaz de hacer, así de “buen o mal deportista” será.

Los niños no entienden esta edad como un período de formación integral, sino como otra etapa más en la que su obligación es obtener resultados, imponerse a sus compañer@s, en definitiva: ser el/la mejor.

Quienes fuimos deportistas, al llegar a casa nos preguntaban: ¿has ganado, has conseguido alguna medalla, has ganado a “fulanit@”…? pero por el contrario, no nos hacían preguntas más constructivas y alentadoras como: ¿lo has pasado bien, te has sentido bien, estás satisfecho con tu resultado…

Así, no es extraño que el/la joven deportista sienta la necesidad imperiosa de ganar – sea cual sea su estado -, en lugar de tratar la competición (al menos en edades tempranas) como otro entrenamiento más al cual no debe temer, pues en la misma realizará lo que tantas veces ha hecho a lo largo del año: nadar; correr; saltar; jugar, como mejor sepa, y sin ningún tipo de presión.

Por lo tanto, si lo que más estrés le produce es: lesionarse, no nadar, correr, saltar o jugar correctamente, es aquí donde debemos trabajar con él/ella, con el fin de que no pierda el hilo conductor relacionado con: “por qué realizo este esfuerzo diario”, y “por qué continúo haciéndolo”.

El /la deportista realiza un esfuerzo considerable mediante sus entrenamientos a lo largo de meses y en la competición demostrará lo que ha hecho a través de tanta dedicación, lo que no debe añadirle más estrés, sino ILUSIÓN, y es ahí donde como padres/madres y coacher emocional debemos enfocarnos, bajo la principal finalidad de ayudarle.

Estrés pre-competitivo y competitivo: principal causa de abandono de la práctica deportiva en adolescentes.

La sociedad enfatiza los resultados y la excelencia del/la deportista (ser el/la mejor, ser el/la primer@, etc.) en la competición de alto nivel, pero también esto ha evolucionado hacia niveles y categorías deportivas inferiores.

Este énfasis por el resultado ha sido trasladado – consciente o inconscientemente – por los medios de comunicación hacia los padres, entrenadores, técnicos y a l@s propi@s niñ@s y adolescentes, dando lugar a que las competiciones deportivas resulten estresantes, por un excesivo enfoque hacia los resultados.

De esta manera, un alto porcentaje de causas del abandono deportivo entre l@s adolescentes se relaciona directamente con la presión, el estrés, el aburrimiento, la no diversión… provocados por su entorno: padres, entrenadores, compañeros y ambiente en general, dando lugar al agotamiento físico y mental en el/la adolescente, inducido por el estrés.

Ante el reto de que sea el/la propia deportista quien controle el estrés

Para comprometerse con su estado emocional y tras un correcto proceso de coaching emocional deportivo que le provea de herramientas, el/la deportista debe saber evaluar durante los periodos de entrenamiento y antes de cada competición, qué factores o aspectos le producen ese estrés.

Igualmente, deberá fijarse metas sobre cómo pretende actuar a nivel emocional durante el momento de la competición. Así, resultará conveniente que previamente ensaye física y emocionalmente, cómo responder ante situaciones concretas que puedan resultarle críticas.

Por último, sería aconsejable que después de cada competición calculase el nivel de ansiedad que ha experimentado y conocer cómo ha reaccionado ante esa situación.

Coaching emocional deportivo para un sano manejo del momento de la competición.

  • Rendimiento: que consiga poner en marcha las habilidades aprendidas durante los entrenamientos, a través de condiciones medibles y objetivas.
  • Superación de retos: que se esfuerce por conseguir aquello que no ha conseguido hasta el momento.
  • Obtención de resultados medibles: que sean acordes a su nivel de rendimiento.

Cuando en vez de entender la competición como un paso más en su experiencia deportiva para seguir desarrollándose, pase a ser “lo único que importa para medir sus progresos”.

“Competir pierde el sentido cuando el/la joven deportista lo desvincula de su propia mejoría como deportista”.

Cuando en vez de sentirse competente para competir, necesite competir para sentirse competente, es cuando más necesitará seguir unas pautas y emplear las habilidades aprendidas a través de correctas sesiones de un programa de coaching emocional deportivo.

Ante la necesidad de un trato como persona.

El/la adolescente es joven, pero ante todo es persona. Mi trabajo como coacher para esta tipología cronológica de deportista parte de una apertura sin prejuicios o ideas predefinidas: le ayudo a escucharse y trato de provocarle un pensamiento que le ofrezca nuevos recursos internos y hacerle conocedor@ de que dispone de opciones, así como a obtener más sabiduría sobre sí mism@ y a disponer de una mayor capacidad de observación hacia todo lo que le rodea.

“Tal vez uno de los problemas a los que se enfrentan los adolescentes es que se les trata como niñ@s y jóvenes, más que como a personas.”

“Mi hij@ está pidiendo a gritos comprender sin que l@ dirijan”.

Como padre/madre puedes animar a tu hij@ a probar con el coaching deportivo, pero él/ella decidirá qué sucede en cada sesión y para qué le servirá. Pero tranquil@, estáis más alinead@s de lo que pensáis.